NELSON TOTESAUT RANGEL
Me interesa lo que la gente común piensa de la guerra. Basta de los grandes articulistas y analistas del campo. También cansan los políticos con agenda y los intereses de los medios. La guerra, vista desde la opinión pública, es una visión que de vez en cuando conviene revisar.
En Venezuela creo que poco nos afecta o interesa, distinto a Europa, que está viviendo fuertes efectos colaterales de lo sucedido en Ucrania. Más allá de ciertos migrantes que llegan (nada fuera de lo acostumbrado) las subidas exacerbadas en los precios preocupan a más de uno. Un estudio reveló que los supermercados low-cost españoles (Mercadona, Día) subieron en un 16% los precios de sus productos. La gasolina también, situándose a casi dos euros el litro. Lo que implica un incremento de casi el 100%. Esto sin contar el gas ni la electricidad, cuyas facturas mensuales hacen que los ciudadanos tiemblen, de miedo y de frío, por no querer encender la calefacción.
Advierto que lo escrito a continuación no es producto de un estudio serio. Es doxa, conversaciones mantenidas. No se hizo un muestreo poblacional serio, ni se evaluaron criterios plenamente objetivos. Son opiniones recogidas de conversaciones con amigos españoles e italianos.
Las opiniones son encontradas. Descubrí de los que viven en grandes ciudades, poseen formación universitaria y provienen de un estrato social medio alto tienden a pensar que las consecuencias que están viviendo es el precio mínimo que pueden pagar por defender la democracia en occidente. Es decir, la guerra es mala en sí misma y la critican de raíz. Lo sucedido no es culpa de sus Estados que están solidarizándose con la situación. Al contrario, lo sucedido es culpa de un Estado que quiso invadir a otro.
Luego está la opinión de aquellos que viven en pueblos o ciudades más pequeñas. Personas que tienen menos formación universitaria y quizá provienen de un estrato social un poco más bajo. Critican la guerra, sin duda. Pero critican más a su país por involucrarse en ella. No están dispuestos a vivir las consecuencias de la misma y desean una resolución veloz al conflicto. No tanto por los ucranianos ni tampoco por la “democracia” como ideal. Sino por la cuenta de la luz que deben pagar. Es sensato, me enviaban fotos de restaurantes que tuvieron que cerrar porque pasaron de pagar 8.000 a 25.000 de luz al mes. Esto ha generado un incremento general de un 30% en la restauración, pese a que ello no les ha permitido estabilizar sus vidas.
No critico ninguna opinión, pero los políticos la están capitalizando rápidamente. La derecha populista se nutre del segundo grupo poblacional. La izquierda, del primero. En ambos casos, la guerra resulta un negocio para los poderosos, sea económico o político. Y los oportunistas están ahí, al acecho.