No confundas enamoramiento con amor
Comúnmente escucho a adultos atormentados confundiendo el enamoramiento con el amor. Digo atormentados porque, por desconocimiento de cómo se presentan ambos estados en las personas, sufren creyendo que si el enamoramiento se fue, todo se acabó

ATENEA ANCA

11/02/2022 06:00 pm



Suelen creer que ambos términos son sinónimos y, por lo tanto, asumen que existe sólo la sensación fisiológica, cognitiva y sentimental del enamoramiento. Creer eso, trae consecuencias negativas en la percepción de la relación.

El otro día una pareja de 10 años de relación me contaba que tuvieron una dura conversación en la que él le preguntó a ella: “¿sigues enamorada de mi?” Y ella le respondió con mucha sinceridad: “no, ya no se siente como antes, pero si te quiero.” Por supuesto, para ambos, tocar este punto no sólo es impactante sino angustiante. ¿Se acabó el amor? Me preguntaban. Y la respuesta es “no necesariamente”. De hecho, lo siguiente que les dije fue que si después de 10 años de relación aún estaban enamorados, debían ser objeto de estudio porque se escapa de toda teoría.

Entonces, ¿qué es el enamoramiento? Un proceso que inicia con la detección de algunas cualidades muy atractivas y que finaliza con el descubrimiento de algunas características muy negativas. Cuando nuestro cerebro procesa información de alguien muy atractivo, ocurre un sesgo cognitivo llamado “efecto halo” que hace que creamos que esa persona es tan especial que también tiene muchas otras características que consideramos muy positivas y que hemos recolectado en nuestra mente a través de los años. Es decir, suponemos que, si tiene 4 cosas espectaculares que veo, también tiene todas las otras aunque no las he logrado ver. Caemos en un evidente proceso de idealización en donde, al endiosar a la persona, nuestras hormonas se incrementan sin control. Nos alborotamos, por ejemplo, con la oxitocina que nos genera la necesidad de pasar tiempo con esa persona para generar un vínculo afectivo (querernos) y sentir paz, seguridad, calma; la adrenalina nos hace sentirnos más vivos que en otras situaciones; la testosterona nos hace sentir mayor deseo sexual; las endorfinas nos hacen sentir más felices que el resto del tiempo; la dopamina nos motiva a buscar ese placer que nos proporciona la pareja; y la noradrenalina nos hace sentir eufóricos. ¿Se imaginan cómo es ese cóctel de hormonas?

Claro, cuando estamos viviendo ese torbellino del enamoramiento, empezamos a pasar mucho tiempo juntos y, lógicamente, ocurren cosas que se van asimilando y archivando. Cuando el enamoramiento ha cumplido su función, el compromiso de pareja, todas estas sensaciones se van calmando y el foco atencional que antes estaba centrado en lo maravilloso de esa persona, ahora se amplía y permite detectar cosas desagradables. Una nueva obsesión llega: la desilusión. Un momento de bajón afectivo que puede desembocar en la ruptura o en el amor.

Exacto, el amor es producto de una desilusión precedida por un intenso enamoramiento. En tal sentido, el amor es la decisión de continuar juntos a pesar de lo que no nos gusta del otro porque lo que sí nos gusta es muy poderoso. ¿Entienden por qué ambos términos no son sinónimos?

¿A qué debemos aspirar? Lograr sentirnos bien con la estabilidad del amor recordando lo bonito del enamoramiento pero sin extrañarlo demasiado para no quitarle valor a la también hermosa decisión de amarnos. Y el amor hay que cuidarlo porque si no se deteriora hasta morir.


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