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El vínculo invisible: cómo el estrés exacerba el dolor crónico

Los niveles altos de cortisol también elevan el riesgo de tener diabetes 

En la sociedad actual, la prisa se ha vuelto la norma. Las agendas apretadas y la presión constante por ser productivos alimentan un ciclo de estrés que afecta directamente nuestro bienestar físico. Aunque a menudo el dolor crónico se asocia solo con lesiones o enfermedades como la artritis, factores emocionales como el estrés juegan un papel crucial.

​En la sociedad moderna, la prisa se ha normalizado. Vivimos en una rutina de agendas apretadas, notificaciones constantes y la presión de ser productivos a toda costa. Pero esta dinámica de vida, lejos de ser reflejo de nuestro rendimiento, se ha convertido en un catalizador invisible que anuda el estrés y el dolor crónico, en un vínculo invisible y profundamente interconectado entre la mente y el cuerpo que afecta nuestro bienestar.

El origen del dolor: más allá de lo físico

Esta condición afecta a muchas personas a nivel mundial, que conviven un entorno social o laboral exigente y cargado de actividades y presión, lo cual activa el sistema nervioso simpático, y los niveles de estrés, que se define como el conjunto de reacciones fisiológicas que prepara al organismo para resolver las demandas cotidianas.

El estrés puede llevar a estados de depresión severos

Cabe destacar que este estado emocional es generado por la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina. Sin embargo, cuando sus niveles se desequilibran, se genera inflamación muscular. Esta inflamación, junto con la tensión y rigidez acumulada, puede manifestarse como un dolor crónico constante o recurrente.

Esta sensación afecta la calidad de vida, ya que la rigidez muscular dificulta la movilidad para realizar actividades cotidianas, disminuyendo nuestra productividad, lo cual también aumenta el riesgo de tener ansiedad y estrés que a su vez  alteran el ciclo de sueño, causando fatiga y depresión.

Estrategias de manejo holístico

Convivir con el dolor no es fácil, y mucho menos si es persistente e incapacitante. Romper este ciclo requiere un enfoque holístico que aborde tanto el dolor físico como sus raíces emocionales (estrés y la ansiedad).

Las siguientes estrategias pueden ser de gran ayuda:

​Establecer límites, aprende a decir «no» y a delega responsabilidades para evitar la sobrecarga.

​Practicar técnicas de relajación como la meditación, el mindfulness, la respiración profunda o el yoga que  ayudan a calmar el sistema nervioso y a reducir los niveles de cortisol.

La rehabilitación física es clave para fortalecer los músculos, mejorar la movilidad y reducir la rigidez, contrarrestando el ciclo de evitación.

Ejercitarse con regularidad puede liberar endorfinas (analgésicos naturales) y mejorar el estado de ánimo, lo que rompe la espiral descendente de la ansiedad y el dolor.

Mantener una alimentación balanceada rica en fruta, vegetales, pescados ricos en omega-3, como el salmón y disminuir el consumo de cafeína.

¿Cuándo consultar a un especialista?

Si el dolor muscular persiste por mucho tiempo o está acompañado de otros síntomas como fiebre, hinchazón o debilidad extrema, es importante consultar a un médico para descartar otros problemas de salud. También para acceder a un tratamiento adecuado (analgésico) que pueda aliviar esta dolencia.

Adoptar un enfoque de tratamiento que integra el cuidado de la salud mental y física no solo alivia el dolor, sino que también devuelve a las personas el control sobre sus vidas. Los niveles altos de cortisol también elevan el riesgo de tener diabetes.

 

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