La mesa de comedor, durante las celebraciones de Nochebuena o Año Nuevo, se transforma en el epicentro social del hogar y requiere una puesta en escena que refleje la máxima sofisticación y atención al detalle.
El diseño de una mesa de gala de lujo es un arte que se construye a través de la superposición estratégica de capas, texturas y elementos verticales que guían la mirada. Se parte de la premisa de que la experiencia sensorial es tan importante como el menú.
La arquitectura visual de un banquete inolvidable

La base comienza con la elección del textil: un mantel de lino natural o damasco en blanco puro o marfil, que aporta una textura rica y una caída impecable. Sobre este, se colocan bajoplatos de metal —dorado, plateado o, de forma muy moderna, en bronce— que enmarcan la vajilla de porcelana fina. Un toque de opulencia se consigue al coordinar las servilletas de lino con un anillo de servilleta ornamentado, quizá con un pequeño detalle de ramas de abeto o un lazo de terciopelo.
El centro de mesa es la clave de la arquitectura visual. Se desaconsejan los centros excesivamente anchos que impiden la conversación, optando en su lugar por una composición a lo largo de la mesa que juegue con las alturas.
Candelabros altos con velas largas y sin aroma, mezclados con pequeños arreglos florales bajos que integran el follaje invernal y las piñas, crean un ritmo visual elegante. Se sugiere incorporar el cristal como material dominante en copas y detalles, ya que su transparencia maximiza el reflejo de la luz de las velas.
El uso de tarjetas de sitio manuscritas personaliza la experiencia, elevando el acto de sentarse a la mesa a un ritual de respeto y refinamiento. El resultado es un espacio que invita a la inmersión total en la celebración, donde cada elemento ha sido dispuesto con un propósito estético y funcional.