La Navidad es una época llena de encuentros, tradición y sabores que evocan recuerdos y emociones. Sin embargo, también puede ser un momento en el que nuestra relación con la comida se tensiona, entre el deseo de disfrutar y el temor a los remordimientos tras los excesos.
La alimentación balanceada no es solo una cuestión de controlar el peso, sino de cultivar hábitos que nutran nuestro cuerpo y mente, permitiéndonos vivir con energía, bienestar y sin culpa. Es fundamental entender que la comida en estas fechas no solo satisface una necesidad física, sino que también cumple un papel emocional.
Para lograrlo, el primer paso es preparar nuestro cuerpo y mente para evitar los excesos ocasionales con acciones claves como:
Priorizar alimentos, que aporten energía y nutrientes, y evitar comer por inercia o presión social.
Beber agua en lugar de alcohol en exceso, ya que esto ayuda a mantenerse hidratado y evita la ingesta excesiva de calorías vacías.

Disfrutar de la comida con calma, sin prisas, prestando atención a cada bocado.
Permitir momentos de pausa para respirar y reconectar con las emociones y sensaciones del cuerpo.
Igualmente, opta por porciones moderadas y prioriza alimentos. No se trata de resistirse a todo lo delicioso, sino de disfrutar cada bocado y deteniéndose cuando la saciedad se siente.
La práctica de la atención plena en la comida ayuda a tomar decisiones más conscientes y responsables sobre qué y cuánto consumir, permitiendo disfrutar de los sabores sin sentir remordimiento.
Adoptar una actitud libre de culpa frente a la comida permite que estas experiencias sean plenas y favorables para nuestra salud.