A menudo nos educan bajo la idea de que la verdadera pasión exige darlo todo en un solo ámbito: entregarnos por completo al trabajo, a la pareja, a los hijos o a una sola causa. Y aunque ese sacrificio suene romántico, admirable o incluso necesario en ciertos momentos, es una estrategia emocionalmente peligrosa que la vida siempre nos recuerda con dureza. Tener todos los huevos en una sola canasta nos deja frágiles y sin defensas, porque cuando esa única canasta se rompe, el golpe es total, y nos quedamos sin nada.
Piensa en las consecuencias: si dedicas toda tu vida y tu identidad al trabajo y un día eres despedido o tu empresa quiebra, no solo pierdes tu fuente de ingreso. Pierdes también tu identidad, tu rutina, el reconocimiento y todo el sentido que habías construido. O, si tu mundo gira únicamente alrededor de tu pareja, y esa relación termina, te quedas sin red de apoyo, sin proyectos propios, sin espacios que te sostengan en el duelo. Reconstruir la vida desde cero es infinitamente más duro que mantener distintas áreas vivas en paralelo. La vulnerabilidad de una vida unidimensional es, en esencia, una falta de previsión emocional.
Así como invertimos tiempo y esfuerzo en lo laboral, necesitamos invertir en nuestra relación de pareja, en el vínculo con la familia, en las amistades que nos nutren, en la salud física (ejercicio, buen descanso, buena alimentación, etc.), en la salud emocional (introspección, ocio de calidad, etc.) y en proyectos personales que nos ilusionen fuera de las responsabilidades. No se trata de restarle importancia a lo que más valoramos, sino de distribuir la energía para que ninguna parte de nuestra vida cargue sola con el peso de nuestra felicidad y bienestar.

Cuando cultivamos varios espacios y construimos una red de apoyo, disfrutamos de placeres diversos que enriquecen nuestra perspectiva. Y si algo malo ocurre —porque la vida siempre trae pruebas, duelos o pérdidas—, tendremos otros pilares que nos sujeten y que nos den la fuerza para levantarnos. Si la pareja falla, las amistades amortiguan el golpe. Si el trabajo colapsa, la familia y el proyecto personal le dan sentido al día siguiente. La verdadera fortaleza no está en apostar todo a una sola carta con fe ciega, sino en la sabiduría de vivir una vida con muchas canastas, todas llenas de sentido propio.
Este balance es la forma más madura de cuidarnos. Si sientes que tu vida ya está descompensada y que te cuesta redistribuir el peso, o si te da un miedo paralizante invertir fuera de tu área de confort, el acompañamiento terapéutico es el espacio ideal para ayudarte a construir esas canastas y a diversificar tu bienestar. No tienes por qué cargarlo todo solo.
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