La firma Ralph Lauren fue la encargada de dar inicio a la Semana de la Moda de Nueva York con un discreto y elegante desfile que se celebró en el interior de su sede, en la novena planta del 650 de Madison Avenue, un rascacielos de finales de los años cincuenta.
La elegancia sobria fue el leitmotiv de esta colección, dominada por el blanco, y en la que incorporó estampados de rayas y tejidos innovadores en una explosión gráfica refrescante.
«Es hora de mantenernos sencillos y dejar que la ropa cuente la historia. Hay un espíritu personal en la colección que quiero compartir en la intimidad del lugar donde empezó todo», comentó Ralph.
El diseñador recupera el cuero y lo aprovecha para crear corpiños, un traje impecable inspirado en pergamino, y la maravilla de un traje de falda ajustada confeccionado a partir de tiras de cuero extremadamente finas, bordadas sobre lino.
Los accesorios refuerzan la historia contada en esta mirada al pasado, a los inicios de esta gran casa de costura.
En algunos estilismos también se apreciaron toques de rojo: vestidos bustier, trajes con pantalones elefantinos o gabardinas sobre pantalones masculinos y alpargatas con cuña.
La colección también alberga variaciones de cardigans, blusas y vestidos de rayas blancas y negras, a menudo rematados con gigantescos sombreros de paja a la provenzal.
Ralph también organizó una cena posterior al desfile en su restaurante Polo Bar de la Quinta Avenida, mientras que muy cerca, en el Rockefeller Center, el Consejo de Diseñadores de Moda de América ofreció un cóctel de inauguración de temporada en el Rainbow Room.