La Organización Mundial de la Salud (OMS), define al cáncer como un grupo de patologías «que pueden afectar a cualquier parte del cuerpo», la cual es una de las principales causas de muerte en el mundo. Según el organismo, anualmente mueren alrededor de 9,7 millones de personas por cáncer, en el mundo, cifra que se mantiene desde 2024.
De acuerdo con las proyecciones del ente internacional, aproximadamente una de cada cinco personas son vulnerables a padecer esta patología, que causará la muerte de uno de cada nueve hombres y una de cada 12 mujeres.
En ese sentido, indica que aproximadamente un tercio de los decesos están vinculadas a factores de riesgo como el consumo de tabaco, un índice de masa corporal elevado, el consumo de alcohol, una dieta con escasa ingesta de frutas y verduras, la falta de actividad física y el contagio de infecciones como el virus del papiloma humano (VPH) y la hepatitis.
Los tipos de cáncer diagnosticados con mayor frecuencia en los hombres son: próstata (21.8%), pulmón (8.6%), colorrectal (7.7%) y vejiga (4.5%). En el caso de las mujeres, los tipos más frecuentes son: mama (26.1%), pulmón (8.5%), colorrectal (7.9%) y útero (5.4%).
Una dieta balanceada es un hábito que se debe tener en cualquier etapa de la vida, el cual no solo ayuda a mantener el peso e ingerir los nutrientes necesarios para el funcionamiento de nuestro organismo, sino también mitigan el riesgo de tener esta enfermedad.
Una dieta de este tipo es esencial porque:
Aporta antioxidantes y fitoquímicos: estos compuestos (sustancias químicas presentes en las plantas) combaten el estrés oxidativo y los radicales libres, que son los responsables de dañar el ADN de las células, un paso inicial en el desarrollo tumoral.
Reduce la inflamación crónica: la inflamación prolongada es un factor de riesgo para el cáncer. Alimentos como los pescados grasos, ciertas especias y el aceite de oliva virgen extra contienen potentes agentes antiinflamatorios.

Promueve un peso saludable: mantener un peso adecuado previene la obesidad, que está directamente relacionada con un mayor riesgo de al menos 13 tipos de cáncer.
Suministra fibra: la fibra es vital para la salud digestiva y para prevenir el cáncer colorrectal, ya que acelera el tránsito intestinal y ayuda a eliminar toxinas.
Nutrientes que salvan vidas
Dentro del grupo de alimentos que científicamente comprobado disminuyen la incidencia de esta enfermedad se encuentran los siguientes:
Los vegetales crucíferos: el brócoli, la coliflor, el repollo y la col rizada contienen Sulforafano, un compuesto que ayuda a desintoxicar el cuerpo de carcinógenos. Es fundamental consumirlos ligeramente cocidos al vapor o salteados para preservar sus propiedades, que son especialmente protectoras contra los cánceres de mama, próstata y colon.
Los tomates: son una fuente excepcional de Licopeno, un potente antioxidante que se absorbe mucho mejor cuando se calienta. El Licopeno ha demostrado ser eficaz en la reducción del riesgo de cáncer de próstata. Se recomienda consumirlos en salsas, purés o guisos con un poco de aceite de oliva para maximizar su absorción.
Las bayas y frutos rojos: los arándanos, moras, fresas contienen Antocianinas y Ácido Elágico, poderosos antioxidantes que combaten el daño celular causado por los radicales libres, ayudando a bloquear la formación de tumores. Lo ideal es comerlas frescas y crudas para mantener intactas todas sus vitaminas y sus componentes protectores.
El ajo y la cebolla: están compuestos por azufre orgánico que ayudan a reparar el ADN dañado y se asocian con un riesgo menor de desarrollar cánceres gastrointestinales (estómago y colon). Para liberar sus compuestos protectores, es beneficioso consumirlos frescos y picados en aderezos o ensaladas.
Los pescados grasos: el salmón, las sardinas y la caballa son la mejor fuente de ácidos grasos Omega-3 (EPA y DHA). Estos lípidos son esenciales para reducir la inflamación crónica, un factor de riesgo clave en el desarrollo del cáncer. Se aconseja incluirlos 2-3 veces por semana, cocinados al horno o a la parrilla.
La cúrcuma: gracias a su ingrediente activo, la Curcumina, posee fuertes propiedades antiinflamatorias y antioxidantes. Su consumo regular se estudia por su potencial para interferir en el desarrollo tumoral. Para que el cuerpo pueda aprovecharla, siempre debe consumirse junto con pimienta negra y una pequeña cantidad de grasa.
Las legumbres y granos enteros: los frijoles, lentejas, avena, arroz integral) son esenciales por su altísimo contenido de Fibra. Esta fibra promueve un tránsito intestinal saludable, lo cual es vital para prevenir el cáncer colorrectal, y contribuye a mantener un peso corporal adecuado. Se deben preferir las versiones integrales sobre los granos refinados.
Adoptar un patrón dietético rico en nutrientes protectores y bajo en sustancias nocivas (como las carnes procesadas o el exceso de azúcar) es la estrategia preventiva más efectiva que podemos aplicar a diario.
No olvide
El primer paso para la prevención de esta enfermedad es el diagnóstico temprano, que a su vez permite el tratamiento oportuno en caso de ser detectado.
Otro pilar esencial es la combinación de control de peso y actividad física regular. Mantener un peso corporal saludable es uno de los factores más importantes, por ello, los expertos recomienda realizar ejercicio moderado (como caminar a paso rápido) durante al menos 150 minutos a la semana, o 75 minutos de ejercicio vigoroso. La actividad física también mejora la función inmunológica, reduce la inflamación y regula los niveles hormonales, lo cual contribuye directamente a reducir el riesgo oncológico.
Finalmente, es crucial el uso de protector solar, evitar el tabaco y limitar estrictamente el consumo de alcohol.