Elementos externos como la exposición al sol sin protección adecuada, la contaminación y el estrés funcionan como factores perjudiciales, acelerando la disminución de nuestro ácido hialurónico natural. Lo cual resulta en una notoria pérdida de elasticidad y en la aparición de líneas finas.
El auténtico enfoque en medicina antienvejecimiento radica en cuidar y estimular el ácido hialurónico que ya poseemos. Esto se puede lograr protegiendo la piel con una barrera esencial: un bloqueador solar de amplio espectro, y mejorando la defensa con antioxidantes, como la vitamina C.
La progresión de la degradación silenciosa
Para tener efectividad, es crucial entender el riesgo. Por ejemplo, la exposición solar activa ciertas enzimas denominadas hialuronidasas, las cuales son responsables de descomponer nuestras cadenas de ácido hialurónico natural. Por ende cuando esta red se rompe, la piel pierde su habilidad para retener la humedad.
Asimismo, la aplicación de protector solar es el primer y más importante paso para detener este proceso de envejecimiento prematuro. Usar SPF de manera constante previene la pérdida y colabora en la estabilización de la molécula.

La asociación antioxidante con la vitamina C
Cuidar la piel va más allá de frenar la degradación; se trata de potenciar la producción y mejorar su funcionalidad. Aquí es donde interviene la vitamina C. Este potente antioxidante no solo neutraliza los radicales libres provocados por la contaminación, sino que además es fundamental para la producción de colágeno.
Al integrar un sérum de ácido hialurónico junto con uno de vitamina C en tu rutina matutina, estás estableciendo una colaboración perfecta: este ácido aporta hidratación y volumen, mientras que la vitamina C brinda luminosidad, protección y refuerza la estructura cutánea.
Por lo que, al adoptar una rutina de defensa consciente, aseguras no solo una piel visiblemente más hidratada y firme, sino también un futuro cutáneo radiante y resistente. La belleza comienza con la protección.